abril 25, 2010

Memento Mori. Parte I

Entre risas y carcajadas, m mente se despojó del espacio físico en el que se encontraba: aquel restaurante que la gente frecuentaba para divertirse, desgarrarse a carcajadas y, cuando era temporada, ver la transmisión de fútbol por los televisores, gritando y tomando con actitudes cavernícolas aunadas a sus carcajadotas.
Me fui, pues, de ese espacio un tanto incómodo para mi voluble estado de ánimo y aterricé en la memoria de mi niñez, con mi padre en ella. Estábamos vacacionando y compartiendo asientos contiguos en el autobús. Por el ventanal ahumado por el vaporcillo naciente del contraste de climas entre el frío de afuera y el calor humano que existía dentro del camión, se apreciaba un clima frío, con vegetación baja y plantíos, con una gran montaña al fondo. Ésta última bien pudo haber sido un volcán, pero la mente recuerda lo que quiere en muchas ocasiones y, en ésta, quiso romper la realidad a través de una montaña mental. Lo que es cierto es que aquello era hermoso. Después de vivir sola fuera de la ciudad, me he dado cuenta de que el hogar lo forma la presencia de los familiares, la unidad y el afecto. Con ese sentimiento de comodidad que en aquel tiempo no pude definir, el hogar andante, abracé a mi padre y dejé escapar un "Te quiero", cosa que no se repitió jamás en mi existencia hasta el día de hoy y que sospecho no lo hará hasta que me encuentre llorando frente al cuerpo sin vida de mi padre, en su funeral, y sé que me arrepentiré de no haber externado lo que no he podido hacer porque, siendo fríos y realistas, mi padre aún no está muerto y mis sentimientos no se encuentran a flor de piel.
Mi mente está confundida sobre lo que después respondió mi padre.
Se dibuja una dicotomía de sus posibles reacciones. La primera: mi padre me abraza, sonríe y me dice "Yo también, bebé", tras darme un beso en la frente. La segunda: se incomoda por la excesiva muestra de afecto e intenta despistarme con un comentario estúpidamente evasivo. Por dicha confusión, limito mi satisfacción a el hecho de haberle dicho esas dos palabras y no a aquello que el respondió. Lo mejor es desligarse.